TEATRO DEL ASTILLERO PUBLICA «PÁGINAS DE NEW HARMONY»

Bienvenidos a la Utopía

En octubre de 2018 un grupo de autores de teatro españoles fuimos convocados en la emblemática ciudad de New Harmony, Indiana, en la International Conference on the Contemporary Theater of Spain: Stages of Utopia, Dystopia, and Myopia, organizada por la University of Southern Indiana. Fueron unas jornadas intensas y muy productivas, en la que se reunieron muchos de los principales hispanistas estadounidenses del teatro español contemporáneo.
Los autores asistentes  fuimos, por orden alfabético, María Folguera, Luis Miguel González Cruz, Raúl Hernández Garrido, Aurora Mateos, Adelardo Méndez Moya, Antonio Miguel Morales, Gracia Morales, José Moreno Arenas, Diana M. de Paco Serrano, Rafael Ruiz Pleguezuelos y Adolfo Simón. Ignacio Amestoy no pudo asistir, pero su presencia entre nosotros la sentimos a través de una emocionante lectura dramatizada.
Movidos por el tema del Congreso, hemos escrito este volumen de piezas de teatro breve en el que investigamos acerca de los límites de la Utopía y la Distopía y de la extensión de la Miopía social en un mundo que debería feliz.

LOS TEXTOS Y LOS AUTORES

Luis Miguel González Cruz

PI

Ignacio Amestoy

LA BANDERA DE LOS TRES COLORES

José Moreno Arenas

EL INFRAMUNDO

Aurora Mateos

EL VOTANTE: OLIVAR POR CIEN CAMINOS

Adelardo Méndez Moya

ENTROPÍA EN EL PARAÍSO

María Folguera

LA FUERZA DE LA SANGRE

Antonio Miguel Morales

EL RINOCERONTE Y LA HIGUERA

Gracia Morales

PARAÍSO APARTMENT

Diana M. de Paco Serrano

SIN LUGAR DE FONDO

Adolfo Simón

DIÁLOGO DE ARMAS

Raúl Hernández Garrido

LA BOCA

Rafael Ruiz Pleguezuelos

CINCO LUCES ROJAS


Y ARTÍCULOS DE DAVID HITCHCOCK, PHYLLIS ZATLIN, CANDYCE LEONARD Y ÁNGELA MARTÍN PÉREZ



ISBN 978-84-09-37083-2
Editado en 2022
Número de páginas 262
HAZTE CON ÉL EN teatrodelastillero.org


UN INTERLUDIO DE ARMONÍA

Phyllis Zatlin

Cuando me jubilé hace más de diez años, me prometí no participar más en actividades académicas por interesantes que fueran. Entre otras cosas, no pensaba asistir a más congresos. Tampoco iba a escribir más prólogos. No obstante, al enterarme del ambicioso proyecto de David Hitchcock, me resultó imposible decirle que no. Después de pasar unos días maravillosos en New Harmony (Indiana) disfrutando de un verdadero festival de teatro, igualmente me resultó imposible decirle que no a Raúl Hernández Garrido cuando me invitó a entregarle este pequeño prólogo.

Antes de ir al encantador pueblo histórico de Indiana, sabía que la Conferencia me iba a ofrecer una gran oportunidad para volver a ver a viejas amistades y conocer a nuevas. No podían estar ni Patricia O’Connor ni Martha Halsey, pero en cada momento se recordaba la fantástica labor de ellas con la revista Estreno. Patricia la fundó en 1975 y Martha la dirigió varios años a partir de 1992. Según la política de Patricia, que con tanto entusiasmo mantenía Martha, había que animar a tanta gente como fuera posible para que colaborasen con ellas. Patricia publicó obras de teatro de autores diversos, sin limitarse a ciertos géneros o generaciones. Claro que quería tener las contribuciones de críticos ya reconocidos pero tampoco excluía a jóvenes estudiosos y estudiosas que empezaban sus investigaciones. Tanto Patricia como Martha hicieron todo lo posible para mejorar artículos innovadores de los jóvenes si faltaban detallitos de estilo o de bibliografía.

En España, Estreno consiguió gran fama entre la gente de teatro. Cuando Primer Acto desapareció durante una temporada, la única revista dedicada al teatro español contemporáneo era la nuestra. Digo la nuestra porque mi colaboración en Estreno empezó con la publicación en 1977 de un estudio mío del teatro de Ana Diosdado.

La maravillosa Conferencia y Festival internacional de David me hizo recordar los congresos semejantes que organizaron Patricia, Martha y la siguiente directora, Sandra Harper, que tampoco pudo asistir a la Conferencia de New Harmony. Siempre participaron autores de teatro de España y colegas de distintos países. Pero el congreso de David se destacó de varias maneras, entre otras, una gran riqueza de puestas en escena y lecturas dramatizadas tanto en español como en inglés. Ya que Martha inauguró en 1992 ESTRENO Plays, la colección de traducciones de obras españolas contemporáneas, el énfasis en versiones en inglés también nos hizo recordar nuestro pasado.

Es más, la Conferencia de New Harmony incluyó a personas de distintas ciudades de España y de Estados Unidos, junto con colegas de Alemania e Italia. No se limitó a autores de teatro sino que incluyó a directores y actores. Con razón se puede hablar de un festival internacional de teatro.

Me quedé con la boca abierta al darme cuenta de cómo David había inspirado a la gente de su universidad, la University of Southern Indiana, y al mismo pueblo de New Harmony para ayudar en tantos aspectos de esta actividad complicadísima. No se le escapó ningún detalle, desde recoger a los participantes en el aeropuerto de Evansville hasta llevarnos a la misma universidad para asistir a un elegante montaje, producido por el Departamento de Teatro de esta, de una comedia del Siglo de Oro: El perro del hortelano, de Lope de Vega.

Tuve el placer de dirigir una mesa de libros con Komla Aggor, quien sigue trabajando con Estreno. Estaban presentes las co-directoras actuales de ESTRENO Plays, Iride Lamartina-Lens y Susan Berardini. Así que pusimos a la venta números de la revista y traducciones tanto de la vieja época como de la actual. Estos libros, y otros que nos facilitaron casas editoriales, se vendieron como el pan.

Creo que todos tenemos vidas agitadas. Por eso nos llegó de perlas el momento de armonía de New Harmony. Nunca agradeceremos lo suficiente el gran esfuerzo de David Hitchcock.


LA IMAGINACIÓN AL PODER

Ángela Martín Pérez

A todos los asistentes al Congreso, por ser los mejores embajadores del teatro español en Indiana.

A Raúl, por reunir en este volumen los frutos de ese encuentro.

A David, por perseguir su utopía.

Con este epílogo se pone fin a este volumen que recoge piezas inéditas de los autores que asistieron al Congreso New Harmony Internacional Conference on the Contemporary Theater of Spain: Stages of Utopia, Dystopia, and Myopia organizado por el departamento de World Languages and Cultures de la Universidad de Southern Indiana. Su impulsor, el Dr. David Hitchcock, consiguió reunir a un grupo de dramaturgos españoles, compañías teatrales e investigadores de distintos lugares del mundo en octubre de 2018, después de dos años de intenso trabajo.

El Congreso se concibió como espacio de discusión en torno a tres conceptos: la utopía, la distopía y la miopía social en el contexto del teatro español contemporáneo, dando lugar a tres días de fructífero diálogo acerca la sociedad española actual y, más específicamente, del desarrollo económico, político y social desde el posfranquismo hasta el presente. El lugar escogido fue New Harmony, un pequeño pueblo en el sur de Indiana donde Robert Owen se instaló en 1825 con el objetivo de implantar el socialismo mutualista y el cooperativismo en la producción. Owen pretendía rebelarse en contra de la distópica sociedad industrializada del maquinismo o Factory system por medio de la creación de una sociedad igualitaria, con un sistema educativo gratuito para hombres y mujeres, donde el trabajo diera beneficios a todos sus miembros y fuera posible el crecimiento intelectual y físico. A este proyecto utópico se unieron numerosos intelectuales, entre ellos, los que llegaron de Philadelphia a bordo del llamado Boatload of Knowledge. El proyecto fracasó, en opinión del mismo Owen debido a que sus miembros venían ya determinados por otras formas de vida que les impedían adaptarse plenamente a esta nueva estructura social. Su promotor regresó a Europa con el propósito de seguir luchando contra la miopía británica, para él concentrada y manifestada en los excesos del capitalismo, llegando a ser una de las figuras centrales del movimiento obrero. Otros miembros de la comunidad se convirtieron en figuras destacadas en sus campos de investigación, dando sentido a esos años de convivencia.

Entre nosotros y esta comunidad median casi dos siglos, pero parecemos compartir un mismo sentimiento de confusión y peligro ante el imparable desarrollo de la técnica y el progreso. Para Owen, el sueño utópico del avance industrial había desembocado en una distopía mecanizada que deshumanizaba a los trabajadores. Influido por la Ilustración, creía que el hombre era bueno por naturaleza ­–la misma visión filantrópica que Rousseau– siendo pues el ambiente el responsable de su alienación y embrutecimiento. En nuestro siglo, vivimos lo que el antropólogo francés Marc Augé ha denominado el período de “la sobremodernidad”. El momento presente se caracteriza por el exceso de información, la superabundancia espacial y la saturación del ego, siendo la gratificación inmediata el motor de un aparato de consumo imparable. Zygmun Bauman define esta nueva sociedad como “moderna líquida” (9), describiendo la alienación moderna como “una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante”, en donde todos los elementos que la componen, tanto animados como inanimados, adquieren el “papel de objetos de consumo” (18). En esta sociedad pierde valor lo duradero, al igual que aquello que precisa un tiempo para su adquisición o disfrute, prevaleciendo la indiferencia hacia el conocimiento, la discusión o el debate. Ya Platón advirtió de los peligros de actuar en base a un pragmatismo desmesurado en uno de sus más célebres diálogos, Gorgias. Sócrates conoce a un político, Callicles, con el que emprende un extenso diálogo en el que parece desarmar cada una de las respuestas dadas por el joven a las distintas situaciones expuestas en la conversación. Callicles, un poco molesto, critica la continua reflexión socrática, describiéndola como algo pueril o adolescente usado para no enfrentar las situaciones del mundo real:

Es bueno tener una tintura de la filosofía, tanto más, cuanto que la reclama el cultivo del espíritu, y no es vergonzoso para un joven filosofar. Pero cuando uno ha entrado en la declinación de la vida y filosofando, se pone en ridículo, Sócrates. Yo, á los que se aplican á la filosofía, los considero del mismo modo que á los que balbucean y juguetean (204)

Más adelante, ya concluyendo su turno delante de Gorgias, Pólux, Querefon y el mismo Sócrates, Callicles añade el siguiente consejo: “proponte por modelos, no los que disputan sobre esas frivolidades, sino las personas que tienen bienes, que tienen crédito y que gozan de todas las ventajas de la vida” (206). Sin duda, Callicles valora lo material por encima de la reflexión y el diálogo, calculando el éxito personal en base al reconocimiento externo y la propiedad adquirida. Siglos después, estos patrones permanecen como válidos en la sociedad española, en parte intensificados por la globalización económica de los años setenta que dio acceso a un sinfín de necesidades que se satisfacían mediante la compra de bienes, y al uso masivo de internet a finales de los noventa, lo que ha desembocado en una dependencia a las redes sociales y, consecuentemente, a la exposición permanente de la vida privada.

En esta sociedad tan afín al pensamiento de Callicles, reunirse para hablar sobre literatura parece ser casi un acto de rebelión. Frente al simplismo generalizado, la literatura estimula el pensamiento crítico, pone en duda nociones preconcebidas y favorece una mejor comprensión del mundo que nos rodea, más allá de nuestras fronteras. El autor, al reclamar la atención de su lector, le obliga a adentrarse en lo narrado, alejándolo de la seguridad de lo conocido y forzándolo a imaginar escenarios ignorados, subestimados o desconocidos. Es una vía de escape de la realidad, pero también un estímulo para nuestro pensamiento y un ejercicio de empatía. El teatro además se presenta como la “realidad misma”, como bien indica Gómez Redondo (1994), ya que como espectadores somos cómplices de la obra, presenciamos cómo los personajes cobran vida en el escenario y usan su propia voz. En un momento en que surgen de nuevo los partidos radicales y hay un auge considerable de los nacionalismos, el teatro nos expone a la diferencia frente a las políticas separatistas y las medidas de homogeneización. Por todo ello, y sin expandirme más en estas ideas, aún teniendo en cuenta que toda visión del mundo es selectiva y expresa algún deseo, la literatura y por ende el mismo teatro, son de por sí una llamada a la utopía.

El editor de este volumen, Raúl Hernández Garrido, muy acertadamente incluye el prólogo de Francisco de Quevedo a la traducción española de Utopia de Thomas More hecha por Gerónimo Antonio de Medinilla y Potres (1637). Quevedo alaba la audacia del autor pues “quien dice que se ha de hacer lo que nadie hace, a todos los reprehende”. Para el conceptista, el texto es una invitación al cambio a través de la cercenación y la reconstrucción de los órganos sociales y de poder. Siguiendo el mismo desarrollo de la historia, ¿no puede considerarse también una utopía la reescritura de la teoría política hecha por Marx tras las fracasadas revoluciones de 1848 o el reclamo del derecho al voto femenino a través de los escritos de los siglos XIX y XX? Se critica de las utopías que son irrealmente optimistas y que son totalitarias en su radical organización, pero también son una apertura a mensajes distintos de cambio, en contra de verdades absolutas.

A este prólogo le suceden trece obras inéditas escritas por doce dramaturgos invitados al Congreso en New Harmony. A cada obra le precede una imagen elegida por su autor y le acompaña una breve reflexión sobre las utopías (o distopías) modernas. Para algunos de los autores, estos conceptos se materializan en un lugar concreto, a veces reconocible en el mundo actual (González Cruz, Morales o Méndez Moya), aunque también pueden establecerse dentro de otros parámetros imposibles de ser delimitados en el espacio físico (De Paco, Ruiz Pleguezuelos). Para De Paco, consiste en una búsqueda personal, conectada a la imaginación y la creatividad, mientras que para Ruiz Pleguezuelos, la utopía consiste en encontrar un lugar donde no haya llegado aún el contagio de los problemas de nuestra sociedad actual, lo que conecta con la perspectiva del mismo Owen.

 Algunos de los autores entienden la utopía como algo imposible, cargado de contradicciones, pues al aislamiento al que llevaría el encuentro con ese micromundo iría aparejada la más completa indiferencia hacia los problemas del mundo real, al igual que el olvido voluntario de la historia colectiva (Hernández Garrido, Morales). Para otros, en cambio, existe la posibilidad de encontrarla, incluso de crearla, siempre que estemos dispuestos a pagar un precio por ella (González Cruz). María Folguera, tras una reescritura de la famosa novela ejemplar cervantina La fuerza de la sangre, nos incita a buscarla en la lucha por el cambio, no dejándonos llevar por el fracaso de aquellos que lo intentaron con anterioridad. Por último, las obras de Ignacio Amestoy, Raúl Hernández Garrido y Rafael Ruiz Pleguezuelos encuentran esperanza en las generaciones futuras, llamadas a continuar la búsqueda de sus ancestros, aunque ello implique regresar al pasado para entender los porqués del presente (Amestoy). Orwell nos recuerda que “Quien controla el pasado, controla el futuro y quien controla el presente, controla el pasado” (41). En la historia reciente de nuestro país, la Ley de Amnistía de 1977 legitimó el silencio que se había impuesto tras la Guerra Civil al renunciar a toda medida de índole sancionaria o reparatoria. La falta de investigación, persecución, captura y enjuiciamiento de los atentados en contra de los derechos humanos se tradujo en una impunidad moral, social e histórica. Esta última especialmente peligrosa por recoger, al modo orwelliano, la versión oficial del pasado como verdad. Mientras esta ley mantuvo que el “olvido” era la mejor vía para lograr la reconciliación nacional y la concordia entre españoles, la Ley de Memoria Histórica (2007) defendió que la forma más firme de asentar la convivencia futura era enfrentar el pasado y recuperar su memoria.

Otro tema que se discute en los textos es el de la autoridad, con una especial referencia a la imposición del control absoluto y, en ocasiones, completamente arbitrario, ejercido por sujetos que rozan el esperpento. El poder tiene diversas formas y, en ocasiones, se vale de símbolos para expandir su ideología y de herramientas para ejercer su control. Puede existir amenaza en una bandera (Amestoy), vigilancia a través de cámaras que observan y controlan los movimientos de los sujetos sin su consentimiento (Morales), personajes históricos que siguen desempeñando la función de líderes sin ser cuestionados por quienes los siguen, o cualidades que, bajo la más absoluta estereotipación, clasifican a hombres y mujeres en una determinada ideología (Mateos). En todo caso, se critica el poder desmedido, fanático y adoctrinador que corrompe y separa en su intento de homogeneizar y dominar. La falta de cuestionamiento conduce a una actitud intransigente y temerosa contra aquello que no comulga con lo que se ha impuesto como correcto. Un círculo cerrado que se realimenta con la continuación de un mismo sistema, estimulando la expansión de la miopía generalizada. Adelardo Méndez Moya recuerda que, aunque existe la miopía impuesta, muchas veces nos aferramos a esa ceguera de manera voluntaria (107), mientras Raúl Hernández Garrido y Gracia Morales nos hacen preguntarnos hasta qué punto somos cómplices de la maldad que somos capaces de identificar, pero sobre la que preferimos no actuar. Por último, María Folguera, Antonio Morales Montoro y José Moreno Arenas debaten los peligros de perpetuar los roles de género y la coerción de la libertad personal, manifestando su solidaridad hacia aquellos que lo viven en carne propia.

            A través de la muestra de la completa deshumanización descrita por Adolfo Simón -incluso en la posible representación de su pieza, que puede ser realizada sin ningún actor en el escenario-, el intento de crear una política radical y sin fisuras de los personajes de Aurora Mateos, la imposición de la autoridad a través del miedo representada en Antonio Morales Montoro o el gusto por la representación artística de la crueldad descrita al final de la obra de Raúl Hernández Garrido, se invita a los lectores a pensar más allá del presente, de la misma conformidad de nuestra posición de privilegio, del decoro socialmente establecido (Amestoy), de las reglas impuestas por una tradición desfasada y de la historia oficial contada al margen de los vencidos.

            Cierro este epílogo con una última pregunta: ¿qué nos puede o debe aportar el teatro hoy en día? El teatro puede encarnar la utopía en su mismo formato dramático a través del Happy End o final feliz (González Cruz). O puede ser un proyecto adelantado a su época que exija un público dispuesto a exponerse a sus propios complejos y debilidades, un “teatro del porvenir” como lo llamaba García Lorca (Moreno Arenas). En todo caso, debe “ser capaz de ofrecer una dosis de honestidad” (Mateos) ante la constante manipulación a la que estamos expuestos a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Debe hacer pensar, reflexionar, descreer, es decir, “mover a la acción ciudadana” (Morales Montoro). Su función, más que nunca, debe ser la de soñar utopías, “crear el imposible” (Ruiz Pleguezuelos) y, como reza una de las consignas del Mayo francés “l’imagination au pouvoir” y, añado, si puede ser, mejor sobre el escenario.

Larga vida al teatro.

Referencias:

Augé, Marc. Los “no lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la Sobremodernidad.  Trad. Margarita Mizraji. Barcelona: Editorial Gedisa, S.A., 2000.

Bauman, Zygmunt. Vida líquida. Trad. Albino Santos Mosquera. Barcelona: Austral, 2016. 

Gómez Redondo, Fernando. El lenguaje literario: teoría y práctica. Madrid: Edaf, 1994. Pág. 248.

Orwell, George. 1984. Barcelona: Ediciones Destino S.A., 2001. Pág. 41.

Platón. Obras completas. Ed. Patricio de Azcárate. Tomo 5. Madrid: Medina y Navarro Editores, 1871.


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