WILLIAM BLAKE: El Tygre, la palabra y la imagen

Tyger! Tyger! burning bright

In the forests of the night,

What immortal hand or eye

Could frame thy fearful symmetry?

 

In what distant deeps or skies

Burnt the fire of thine eyes?

On what wings dare he aspire?

What the hand dare sieze the fire?

 

And what shoulder, & what art.

Could twist the sinews of thy heart?

And when thy heart began to beat,

What dread hand? & what dread feet?

 

What the hammer? what the chain?

In what furnace was thy brain?

What the anvil? what dread grasp

Dare its deadly terrors clasp?

 

When the stars threw down their spears,

And watered heaven with their tears,

Did he smile his work to see?

Did he who made the Lamb make thee?

 

Tyger! Tyger! burning bright

In the forests of the night,

What immortal hand or eye

Dare frame thy fearful symmetry?

 WILLIAM BLAKE

TYGRE

¡Tygre! ¡Tygre! Abrasando deslumbrante

en los bosques de la noche,

¿qué mano u ojo inmortal

pudo dar forma a tu medrosa simetría?

 

¿En qué distantes simas o cielos

prendió el fuego de tus ojos?

¿Con qué alas desafía él elevarse?

¿Qué mano desafía tomar el fuego?

 

¿Y con qué hombros, con qué arte

pudo domeñar el nervio tenso de tu corazón?

Y tu corazón, cuándo comenzó a latir,

¿por qué mano terrible? ¿Sobre qué pies terribles?

 

¿Con qué martillo? ¿Con qué cadena?

¿En qué fragua tu cerebro fue?

¿Sobre qué yunque? ¿Qué temibles garras

sus mortales terrores aferraron?

 

Cuando las estrellas rindieron sus lanzas

y anegaron los cielos con sus lágrimas

¿sonrió él al ver su obra?

¿él que creó al Cordero fue el que a ti te creó?

 

¡Tygre! ¡Tygre! Abrasando deslumbrante

por los bosques de la noche,

¿qué mano u ojo inmortal

desafió dar forma a tu medrosa simetría?

 

The Tyger es el misterioso poema de William Blake, publicado en 1794 en Cantos de Experiencia en el cuál el poeta se asombra ante la imagen destructiva y poderosa del Tygre y pregunta dónde y por quién fue formado, cómo lo fue y cuáles fueron los sentimientos que tuvo aquel hacedor terrible cuando todo se sobrecogió ante el advenimiento de esta imagen de la destrucción.

El Tygre se describe como una imagen poderosa y fascinante, casi icónica en cuanto a la figuración de lo terrible (medrosa simetría). Una imagen que asombra, que aterroriza. Incluso, el mismo cerebro del Tygre está lleno de mortales terrores, y su simetría no es temible, sino medrosa.

El Tygre es terrible en cuanto a su capacidad letal para destruir (aunque no lo vemos destruir, lo suponemos y sólo vemos el fuego que le llena y que abrasa) y al contraste que ofrece inmerso en un universo en el que se ha dado antes la inocencia, la inocencia del Cordero y la beatitud de las estrellas. Tras el bien, se ha creado el mal. Lo más terrible de esa imagen es pensar en su razón de ser, y en que esa razón está en un hacedor que lo diseñó aún sabiendo de su maldad. Blake se interroga qué sintió ése, el mismo que creó al Cordero, cuando creó al terrible Tygre.

El poema es un poema iluminado, cosa habitual en Blake, en que la palabra se asocia a una imagen y esto crea un imaginario que relaciona una y otra y que quiere establecer en el lector la idea de que existe una realidad en la que imagen y palabra se refieren a algo que está más allá de lo que podemos leer o lo que podemos reconocer como imagen. Quizá, en las imágenes de Blake haya tanto un esfuerzo por materializar y plasmar las visiones de su sistema místico, como un intento educativo, de catequesis, de llegar a todo el mundo pese a lo oscuro de su pensamiento, de facilitar con la imagen la palabra, a través de ese estilo poderoso de entender el óleo a la manera del fresco.

En la ilustración, el Tygre camina sin ataduras, libre, saliendo del bosque. Alguien lo ha liberado pero ése alguien no aparece en la imagen. De alguna manera, ha sido liberado por aquél que le dibujó y ése es su hacedor, el que así mismo hizo de él palabra. La mano, que traza el poema; el ojo, que conforma la imagen. Y al fin y al cabo, aquél «él» que diseñó la forma del Tygre.

Seis estrofas forman este poema enigmático sobre la creación de lo maléfico. La primera y la última sólo se diferencian en un verbo; could / dare: pudo / osó o desafió, y que se refiere a la acción del hacedor del Tygre.

En la primera estrofa, por dos veces se invoca al Tygre, con Y en vez de I. No es simplemente el animal que la zoología clasifica, sino que en la invocación ese Tygre es algo más, una bestia que traspasa el uso del lenguaje, aunque es el lenguaje el que lo crea. El Tygre es una llama que abrasa, que incendia, pero que se mueve en la oscuridad, en los bosques de la noche, en la noche anterior a la creación. Abrasa e ilumina, pero no disipa la oscuridad, que puede que sea la materia que le conforma, o por lo menos, aquella de la que emerge. La contradicción abrasando / noche se articula con bosques, y las ramas de esos árboles son un incendio oscuro, y de alguna manera, ese fuego oscuro remite al silencio. El silencio en que se mueve, de forma hipnótica, esa forma que es simetría y al mismo tiempo, es una simetría amedrentada: las rayas que cubren su piel tiemblan. ¿De su propia ferocidad, de su forma o de ese ser que pudo haberlo crearlo?

Porque el Tygre es simetría y hay un ser (mano u ojo inmortal), que excede la capacidad de comprensión del hombre y que diseñó su forma perfecta, su simetría. A través de la mano, creó su materia… O a través del ojo, creó su forma. La indecisión de la mano y el ojo, de la materia o de la imagen, se unen para crear al Tygre.

En la segunda estrofa, se invoca a ese hacedor, y el poeta hace que nos lo imaginamos como alguien lejano, inaccesible. Tanto, que se interroga si habita en las profundidades o en las alturas. Y esa ambivalencia de si el lugar que le corresponde al hacedor se sitúa en las simas o en los cielos nos hace sospechar acerca de la indefinición moral del hacedor. Además, como dato más inquietante, se reconoce que el hacedor del Tygre no encaja en una imagen antropomórfica. Su figura se eleva, y nos preguntamos si tiene alas por ello, pero no las vemos. Toma el fuego para iluminar los ojos del Tygre, y no concebimos que una mano pueda hacer esto. Tampoco sabemos realmente si tomó el fuego con una mano, por mucho que suponamos que debió ser una mano o algo similar a una mano lo que tomó y depositó el fuego en los ojos del animal. Pero, ¿con qué mano pudo hacerlo, sin ser quemada? ¿Y qué mano nos desafió y osó a darle fuego a los ojos de una criatura y la hizo así terrible?

En la tercera estrofa, se nos presentan imágenes aisladas, aspectos parciales de ese hacedor al que somos incapaces de ver de forma completa y acerca del cuál el poeta interpela y pregunta al mismo Tygre. Un hacedor cuya fortaleza aguantaría la pulsión destructiva de la creación del Tygre. Y éste está dotado de un corazón lleno de nervaduras, de nervios tensos y que la mano pudo tejer, modelar en un armazón, en una estructura que crea un corazón dominando la carne dura, en un arte, un conocimiento desconocido para nosotros: un arte como el de la alquimia, que transforma. Pero aún así, imaginamos, ese hacedor tendría manos, tendría pies. Pero no imaginamos lo terrible de esas manos, de esos pies que se apoyan en la misma tierra en la que nosotros permanecemos.

En la cuarta estrofa, nos asalta la reconstrucción de la imagen de una fragua: sólo ahí pudo ser creado el Tygre. Un martillo, una cadena, un yunque en el que se fraguó el cerebro del Tygre. Un cerebro, no sólo temible, sino además sacudido él mismo por terrores mortales y que ahora la mano que antes lo diseñó se convierte en garra para atraparlo. Y con ello, el hacedor se revela ya como algo más terrible que ese Tygre al cual diseña, no sabemos con qué propósito.

Y ya sólo queda el horror que sobrecoge al universo entero. Hasta las estrellas tiemblan y lloran ante la nueva criatura… Y nos preguntamos qué fue lo que le pasó por la cabeza al hacedor, y si acaso sonrió, se alegró, al ver la fuerza y la simetría de su criatura. Creó al Tygre, como antes creó el Cordero, en una cita explícita al beatífico creador de El Cordero, el poema de Cantos de Inocencia. Un Cordero con el que se identificaba al creador, con lo que ahora la pregunta es: ¿el hacedor de este Tygre, que fue creador de un Cordero en el que en cierto momento se encarnará o ya se ha encarnado, es también él Tygre? Porque la naturaleza del Tygre es precisamente desgarrar al Cordero. Y para ello, para que el Cordero fuera masacrado, la misma criatura que creó la inocencia pura crea ahora ese ser que destruirá la inocencia.

El hombre se enfrenta a esta aberración, que quizá no lo sea para el hacedor, para el cual el bien y el mal tal vez no sean antagónicos. El poeta retrocede ante lo que puede suponer la invalidez de esa diferencia, o la crueldad de la complementareidad de estos dos términos antitéticos o incluso hasta la perversidad que supondría su identidad. No soporta la idea de un ser superior indiferente al bien y al mal, lo que supondría para el hombre la perspectiva de vivir inmerso en una burla metafísica o de reconocer la evidencia del gesto cruel de crear el bien para entregárselo como víctima al mal. Y por ello, el poeta se ve forzado a detenerse y volver a repetir la primera estrofa. Pero ya no habla del Tygre, sino del hacedor del Tygre. Y ya no se le discute que pueda hacerlo, could frame, sino que al crearlo ose y desafíe crear, dare frame, a ese ser maligno, terrorífico, y sin embargo, hermoso en su forma.

Un ser que vemos levemente, apenas un rasgo en cada estrofa: el brillo ardiente, la simetría en movimiento, los ojos, el corazón, el cerebro, respectivamente en las cuatro primeras estrofas. Igualmente que del hacedor tenemos visiones parciales que niegan una referencialidad: son suposiciones, preguntas, conjeturas del poeta.

Blake ha creado un imaginario de gran magnificencia en el cual se es incapaz de ver de forma completa a esa criatura terrorífica y a ese hacedor. Igual que el Tygre es simetría del terror, es llamas, es oscuridad (y silencio), es llamas en los ojos, es corazón terrorífico, su creador es ojo, mano, hombro, alas, garras, pies, sonrisa. E indiferencia absoluta ante eso que ha creado y que, como vemos en la iluminación que acompaña el poema, ha sido liberado.

Una serie de imágenes se han ido desplegando en el poema y se ha creado un sistema de relación entre ellas, a través de su repetición, yuxtaposición, contraste, antítesis, progresión, que configuran un imaginario. Paralelamente, surge un relato, en el que se esbozan tres personajes: el Tygre, el hacedor, el enunciador. Un tiempo: el tiempo antes del Tygre, el momento de la creación del Tygre y un presente continuo. Una expectativa: la de que la amenaza del Tygre pueda concretarse, porque el Tygre está siempre acechando. Y una sospecha: la de que el hacedor sea malvado o indiferente a la moral. El Tygre representa el terror de esa sospecha y todas las imágenes en sus relaciones se supeditan a esta idea.

Las imágenes son elegidas, expuestas de un modo determinado, y se crean entre ellas relaciones que se disponen de acuerdo con un principio rector, que a un mismo tiempo, cuaja en un relato. Relato e imaginario se van trenzando uno al otro, como la mano del hacedor trenza las nervaduras que forman el corazón del Tygre.

RAÚL HERNÁNDEZ GARRIDO

 

DANTE

WILLIAM BLAKE: Ilustración para la Comedia de Dante.

Deja un comentario