UN NOBEL PARA UNA MIRADA: PETER HANDKE

-Como escritor has nacido culpable. Y hoy, a esta hora, no me siento culpable, me siento libre.

Con estas palabras ha acogido hoy día Peter Handke el Premio Nobel 2019 de literatura, concedido el mismo día en que el del 2018 ha ido a manos de la polaca Olga Tokarczuk.

Handke había declarado hace unos años: «¿El Nobel de Literatura? Habría que e suprimirlo. Es una falsa canonización que no aporta nada a los lectores… Hoy lo ve de otra manera: «Ahora lo han corregido. Quizá continúen por la buena vía ahora. No tengo nada que criticar. Cuando critiqué el premio, no hablaba como autor sino como lector. Mi existencia consiste en leer. Me siento en mi sitio cuando empiezo a leer, a descifrar, a encontrar las palabras.» El Nobel de 2019 fue otorgado a Handke por una obra «llena de

clarividenvia

lingüística que ha explorado la periferia y la singularidad de la experiencia humana».
Recogemos, entresacadas de diferentes fuentes, las que han sido las declaraciones de Handke ante este hecho, así como un breve fragmento de su novela La tarde de un escritor.

– No sé si estoy feliz, pero estoy emocionado. Pero no lo puedo mostrar con las cámaras y los aparatos de fotos. Es difícil estar emocionado. Hay que ser actor para estarlo delante de ustedes. No sé cómo celebrarlo. Me gustaría beber, pero no he comido nada hoy. No tengo hambre.

– Por los problemas que tuve hace años nunca pensé que me eligieran. Hubo mucho ruido cuando escribí de un modo distinto sobre la guerra civil en Yugoslavia, y puedo entenderlo. Por eso creo que la decisión de la Academia de Estocolmo demuestra valentía.

En la muerte del lider serbio Slobodan Milosevic, acusado y juzgado por genocidio, Handke estuvo presente en su entierro y leyó un discurso en honor a Milosevic. Entonces dijo «El mundo, el llamado mundo, sabe todo sobre Yugoslavia, Serbia… El mundo, el llamado mundo, sabe todo sobre Slobodan Milosevic. El llamado mundo no es el mundo. Yo no sé la verdad, pero miro, escucho, siento, recuerdo, cuestiono. Por eso estoy hoy aquí, cerca de Yugoslavia, cerca de Serbia, cerca de Slobodan Milosevic. » Hoy, ante las voces que rechazan este Premio Nobel y le acusan de negacionista y de apoyar a un carnicero declara: «¿Es un crimen? ¿A usted le parece un crimen? No tengo nada que cambiar. Cada día me gustaría cambiar, pero mi naturaleza es mi naturaleza, y es la de un escritor, no de un periodista. Mi sentimiento más profundo es el épico, como Cervantes, como Homero, como Tolstói. Este es mi mundo. Y escritores como Adalbert Stifter, Heimito von Doderer, Ivo Andric.»

– Yo distingo entre nacionalismo y patriotismo. Mi país es Austria. Cuando alguien insulta a mi madre, a mis hermanos, a mi país sin conocerlos, me vuelvo patriota. Pero soy absolutamente antinacionalista.

– Me gusta Castilla: mil metros sobre el mar, y está vacío. Pero gustar no es la palabra. Siento apego”.

– Cada mañana leo a Píndaro y otros autores clásicos. Es bueno para la cabeza y para el corazón.

– ¿En qué gastar el dinero del premio? Ah, vaya cuestiones… No muy sutiles. Cuando era joven escuchaba una canción de Ray Davies, de los Kinks, con una frase que me gustaba mucho: ‘Hay demasiado en mi cabeza’.

– Tras el Nobel hay que continuar como si nada. Es uno de mis motivos en la vida: hacer como si nada. Aún tengo cosas que contar, rimar e imaginar.

La tarde de un escritor (inicio)

Desde que una vez vivió convencido, durante casi un año, de que había perdido el habla, cada frase que el escritor anotaba, y con la que incluso experimentaba el arranque de una posible continuación, se había convertido en un acontecimiento. Cada palabra no pronunciada pero hecha escritura traía las demás, y él respiraba sintiéndose de nuevo unido al mundo; únicamente con uno de esos apuntes logrados, empezaba el día para él, y entonces se encontraba a salvo, o así lo creía, hasta la mañana siguiente.
Pero ese temor a quedarse parado, a no poder seguir, incluso a tener que cortar para siempre, ¿no había estado presente toda su vida a la hora de escribir y en todas sus empresas: en el amor, en el estudio, en cualquier participación, es decir, en todo aquello que requería perseverancia? ¿El problema de su profesión no le proporcionaba acaso la parábola para explicar el de su existencia, mostrándole con ejemplos clarísimos cuál era su situación? La cuestión no era: «Yo en tanto que escritor», sino más bien: «El escritor en tanto que yo». ¿Acaso no era verdad que desde aquella época en que creyó haber traspasado, sin querer, las fronteras del lenguaje, y no poder regresar jamás, usaba seriamente el apelativo «escritor» para dirigirse a sí mismo, día tras día en aquel recomenzar sin garantías —él, que, a pesar de llevar más de media vida sin más compañía que la idea de escribir, no había usado hasta entonces esa palabra más que a lo sumo con ironía o con vergüenza?

PETER HANDKE

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